Solicitud de Canon

Solicito a malefica alias malefica


Malefica la temible  y a la vez mal entendido,hada a un que nunca nadien le supo entender o valorar la dama tenia sus principio cuidar de aurora su hija adoptiva, y demostrar al mundo humano  que no ahi nada que temer si es bien respetado,pero la dama se sentia  vacia,triste y muy decepsionada de los humanos, la razon es simple destruyen Todo que ven o tocan para la dama era impardonable  destruir aquellos seres mas fragiles que una ave de la nada,y a eso se refere a las hermoza criaturas magicas.  Malefica es la guardiana del reino logico estaba sobre por su ley permitir eso. demoñios no puedo permitir esto exclamo la cada entre labios empuñando fuertemente su manos lado a lado. Pero aurora su hija adoptiva que cuello corazon es puro la miraba entendido su dolormadre entiendo tu dolor pero eso paso en épicéas de guerras fue cuando domina otra reina en mis reinos agora que reinare yo no permitire otra guerra entiendes sierto madre te entiendo pero entiendeme tu madre.tranquila hija no abra guerras pero dile a tu gente que respecte al reino magico dice la cada firmente mientras mira seria a su hija aurora. Las dos mirada se cruzaron tarde o temprano se tenian que cruzar sus mirada despues de tanto tiempo. Pero malefica no queria batallar contra su hija sin necesitas de hacerlo.

Que pasara se pondran de acuerdo?
Abra otra batalla?
Nadien lo save lo unico que se save que malefica esta respuesta a proteger el reino logico una vez mas.

Hola, me gustaría solicitar el personaje de Ruby Lucas.

***

Un día más. Uno más en el que debía levantarse, arreglarse, lavar platos, limpiar mesas, aguantarse a un montón de niños mimados y desagradecidos y provocar a más de un profesor con su cortísima falda y sus sonrisas. Aunque eso, también significaba un día más en el que tendría que aguantarse los sermones sin fin de su abuela...¿qué la mujer nunca descansaba?, desde que tenía uso de memoria lo único que hacía era regañarla, prohibirle y hacerla sentir como la persona más inútil e insoportable del mundo. ¡No era su culpa!, Ruby tenía ambición, deseos de ser alguien...o bueno, deseos de causar problemas.

Finalmente, después de escuchar el conocido grito de su abuela se levantó, miró a su alrededor y suspiró, todo estaba hecho un desastre...si Granny se enterase que la noche anterior se escapó y pasó una divertida noche con los chicos de primer ingreso a la universidad, estaría en problemas, bueno un poco más a los que ya estaba acostumbrada. Por regla general, Granny odiaba que le coqueteara a cualquier hombre que se cruzase en su camino...pero los chicos menores de 25, esos sí que estaban prohibidos...igual que los mayores de 30. ¡Pero era imposible resistirse!, los más chicos siempre resultaban graciosos, incrédulos que una mujer como lo era Ruby les pusiese atención, por lo cual se desmedían en atenciones y bebidas...los más grandes, bueno, esos también se sentían halagados al tener la atención de una mujer joven, atractiva, perspicaz e inteligente...por donde quisiera verlo, había de dónde obtener un buen premio.

-¡Que ya voy! -Contestó de un grito, levantándose finalmente de la cama. La cabeza aún le daba un poco de vueltas...¿tanto había tomado?, se estiró, arregló un poco su cabello y se dispuso a arreglarse. Tras un largo rato, salió de su habitación, perfectamente peinada, maquillada y con aquél uniforme tan...provocativo, llegó a la cafetería de la universidad y bueno, eran hervidero cómo de costumbre, ignoró la mirada enfurecida de su abuela, tomó una de las libretas, una pluma y se acercó a la que sería su primera mesa del día, esbozó una ligera sonrisa. -¿Qué les voy a traer...profesores?, ¿lo de siempre? -Se quedó viéndolos al tiempo que mordía su labio inferior y jugaba con su cabello. Los escuchó con atención y sin dejar de sonreír anotó el pedido, después se agachó un poco, para quedar casi a la altura de los profesores. -Entonces...¿dos cafés negros, un cubo de azúcar, unos huevos revueltos y unos waffles...y por último, un té en leche con fruta y panecillos, es todo correcto? -Paseó su mirada por cada uno de los profesores, siempre sonriente aunque con cierto desafío en su mirada, estaba esperando atenta la respuesta de sus interlocutores hasta que un grito la obligó a erguirse nuevamente, hacer una mueca e irse. ¿Cuándo sería el día en el que dejaría de gritarle?, era buena en su trabajo, sólo le gustaba ser más amable que Granny con los clientes.

-Ya, deja de gritar...¿qué quieres? -Dijo, en el momento en el que llegó frente a su abuela, se cruzó de brazos y se quedó viéndola, con una cara de desespero que ni siquiera se preocupaba en ocultar. -¿Qué son estas horas de llegar?, ¿crees que esto es un hotel o algo por el estilo?, si te sigues escapando para estar con quién sabe qué tipo de hombres te vas a quedar sin trabajo, sin dónde dormir y quién te aguante...así que es la última vez que llegas tarde por andar de fiesta, o tarde en general. ¿Entendido?, ahora vete que llevan un rato llamándote…¡Y nada de coquetear con los profesores! - Ruby, ni siquiera tuvo tiempo de responderle a su abuela, pues regresó rápidamente a la cocina, sabiendo que si se quedaba se podía convertir en una gran pelea al inicio del día de trabajo. Ruby suspiró, acomodó su cabello y salió nuevamente, para continuar con su monótono y aburrido día en la cafetería.

Robin Hood prepara el arco, estira la cuerda, respira hondo y dispara la flecha que acierta justo en el blanco. Eso le hace recordar cuando pasaba la mayor parte del tiempo disparando flechas en mitad de la acción, ahora solo cazaba conejos para cenar. Se mentiría así mismo si se dijera que no lo echaba de menos. Qué no extrañaba la acción, la adrenalina y el peligro, ayudar a los inocentes y robar a los ricos para dárselo a los pobres. Incluso extrañaba el reconocimiento, algo curioso pues su amada Mariam se lo había echado en cara en el pasado y él siempre lo había negado.

Sí, lo extrañaba tantísimo de menos, aunque no tanto como a Mariam, una herida que jamás dejaría de dolor y fue por ella que prometió no volver a combatir. Marcharse para cuidar de Roland y dejar  la lucha en manos de su medio hermano Archer, y en sus hombres que le habían acompañado durante todo ese largo camino; pues al fin y al cabo el lema de su banda durante todo ese tiempo había sido “Todos somos Robin Hood”.

También renunció a buscar venganza, eso había hecho cuando pensó que Gisborne había matado a Marian, pero ese Robin era alguien diferente, ese Robin no tenía un hijo al que cuidar, podía darse el lugar de cerrar su corazón a la venganza. Además irónicamente perdonar a Gisborne, y más tarde sentar cabeza, lo habían hecho menos irracional de lo que solía ser en el pasado.

Ahora irónicamente quién buscaba venganza era el propio Gisborne, pero por lo que Robin sabía no había conseguido averiguar nada claro. Demasiadas teorías que no conducían a ninguna parte, por parte de Robin prefería pensar que la muerte de Marian había sido el golpe final de sus enemigos: Isabella Gisborne, el sheriff Vasey y el príncipe John y ellos estaban bajo Tierra.

Habían conseguido derrotarlos en una batalla de la que Robin se arrepentía muchísimo de haber participado, pues de no haber participado hubiera estado con Marian y ella no hubiera muerto, por lo que al final del día él era el principal responsable de la muerte de su esposa y el motivo de que nunca llegarán a saber lo que realmente le sucedió.

Acompañado de sus pesares, Robin toma su pieza de caza y llega hasta la cabaña, lejos de Nottingham, en la que se ha instalado junto con su hijo Roland y su mejor amigo Much.

-Roland, hijo, he traído la cena -alza la voz Robin mientras entra por la puerta de la cabaña -¿Much?

Entonces el gran arquero se pone en alerta cuando un humo morado le rodea haciendo que todo desaparezca. Lo último que escucha es la voz de su pequeño Roland llamándolo y un “Señor” de su fiel amigo Much.



-De acuerdo, la clave es la respiración -afirmaba Robert Hargrave mientras caminaba delante de sus alumnos explicando la lección -tenéis que tomar aire antes de disparar la flecha para conseguir un buen disparo.

Tras eso, Robert hace un movimiento con los brazos moviéndolos hacia los lados en señal de que le dejen espacio.
-Apártense, dejen espacio, por favor -dice con su habitual sonrisa, mientras con su arco caminaba entre sus alumnos para llegar a una distancia alejada de la diana, una posición desde las que pocas personas llegaban a dar siquiera en los extremos de la diana. Entonces a la vista de todos, con alumnos a un lado y con alumnos al otro; preparó su arco, tiro de la cuerda, respiro hondo y disparo.

La flecha atravesó el aire hasta clavarse en el centro de la diana, dejando a todos sus alumnos con la boca abierta y sumamente sorprendidos. Robert disfrutaba con la admiración que inspiraba su habilidad, incluso con el aprecio de sus alumnos; le hacía sentir vivo en cierta manera, algo que no solía suceder excepto en aquellos momentos en los que podía pasar tiempo con su hijo.

-¿Y bien? ¿Quién será el primero? -pregunto mirándolos a todos y encontrando rostros recelosos y hasta incrédulos que no reflejaban mucho interés en probar suerte, eso hizo reír a Robert -No os preocupéis, vosotros no tendréis que hacerlo desde aquí.
Tras eso volvió a recorrer el camino hacia la diana para situarse mucho más cerca de ella.
-Lo haréis desde aquí, pero si os aplicáis durante este curso es posible que lleguéis a acertar en el blanco desde la misma distancia que acabo de hacerlo yo.

Tras eso se apartó dejando su puesto al primero de los atrevidos voluntarios. Parecía mentira, pero el antiguo indisciplinado y rebelde chico malo, y en opinión de algunas algo idiota, Robert Hargrave se había convertido en todo un profesor de la misma escuela que lo había visto en sus momentos más reacios a obedecer las normas y a la autoridad de los profesores. ¿Qué podía decir? El amor de su vida lo había cambiado para siempre… Mary Anne lo había convertido en una persona diferente, en un hombre mejor de lo que habría sido sino la hubiera conocido. En verdad no podía evitar pensar en ella y hacerlo le devastaba, tras perderla eran pocos sus momentos de felicidad. Momentos exclusivamente dedicados a su hijo Richard y a las clases que impartía en la escuela. Pues nunca hubo otra mujer después de Mary Anne,  y tal vez no debería haberla pues no creía posible enamorarse nunca más, no creía posible que otra mujer le provocará sentimientos una vez más, ni que…

De repente el curso de sus pensamientos se vio interrumpido cuando sintió clavada en él una mirada de ojos cafés que le estremeció de los pies a la cabeza. Su corazón se estremeció como hacía tiempo que no le sucedía. La creencia de que jamás se volvería a enamorar, que nunca habría otra chica para el que no fuera Mary Anne había sido algo más que una creencia que le había acompañado por años, había sido su escudo protector, su muralla por mucho tiempo y sin embargo cuando la jefa de estudios de Grimmwelt, Regina Mills, estaba cerca esa muralla comenzaba a derrumbarse como un castillo de naipes; ya no tenía certeza de nada, solo esa extraña sensación de que debería alejarse porque si avanzaba más de la cuenta puede que ya no hubiera vuelta atrás y eso le asustaba… le aterraba completamente como pocas cosas en su vida lo habían conseguido.

Lo más irracional de todo es que no hacía caso a su cabeza y retrocedía hasta una distancia segura, simplemente avanzaba como una luz hacia la polilla. Hacia ese punto en que si lo atravesaba ya no sería posible retroceder.

Y esa mañana no fue diferente.
-Disculpenme, un segundo -les dijo a sus alumnos antes de recorrer la distancia que lo separaba de Regina, alejándose de ese lugar seguro en el que  debería atrincherarse y no salir nunca más.
-Señorita Mills ¿qué la trae por aquí?
Preguntó con una amplia sonrisa  tratando de ocultar que los nervios lo carcomían por completo y que su corazón latía tan rápido que podría estallarle en ese preciso momento.

Grimmwelt University. Desearía haber sido él quien hubiera pensado que una escuela era una maldición perfecta. Paseó su mirada por todos esos alumnos y los brillantes jardines que llevaban a ese majestuoso castillo que componía el campus, todo perfectamente cuidado y en su lugar como un retorcido cuento de hada. Definitivamente quien había diseñado esta maldición tenía su sentido del humor.

Ares se metió las manos a los bolsillos del traje, una versión mucho más elegante de lo que solía usar pero que le serviría para pasar desapercibido… al menos en lo que importaba. Después de todo ningun director que se aprecie habría tomado a un profesor con el cabello azul y la ropa de cuero de un rockero perdido de los años ochentas. Lástima.

Frunció el ceño cuando la maldición le susurró mentalmente una corrección. Directora. Malena Dracobich. Y así como había llegado, su buen humor se había ido. Maléfica, no necesitaba ni verla para saberlo. Claro que ella estaría a cargo, ¿por qué le sorprendía? Estar sometido a las órdenes de esa mujer daba un detestable nudo en su estómago, definitivamente lo mejor sería mantener un perfil bajo en lo que realizaba sus pasos.

Comenzó a caminar en dirección al salón que le correspondía, no sin antes ver a uno de los alumnos fumando, creía estar escondido pero no lo suficiente. Ares sonrió malicioso antes de volver a su faceta seria.

—¡Tu, el fanático del cáncer! Aquí, ahora— extendió la mano mirándolo con una seriedad aterradora y el chico no tuvo más que suspirar y apagar el cigarro, sin siquiera intentar huir, algo que en parte decepcionó al dios. Estaba de humor para hacer la vida de alguien imposible, pero tendría que conformarse.

—Juro que sólo le di una pequeña calada, profesor. No necesita mandarme con la directora— el gesto serio del hombre lo hizo callar de pronto.

—La cajetilla. Ahora— el chico pareció dispuesto a mentir pero se lo pensó mejor y con un suspiro sacó la cajetilla a la que sólo le faltaba un cigarrillo, Ares mantuvo su mano estirada hasta que el chico entregó también el encendedor. Uno de metal con una calavera de lado.

—Lárgate de aquí antes de que yo mismo te lleve a llenar el reporte— el chico no esperó a que se lo dijera dos veces y cuando éste estuvo muy lejos, el dios sonrió divertido. Sí, podría disfrutar de esto por un tiempo. Tomó un cigarrillo y lo encendió retomando su camino por los pasillos del colegio.

Ahora, ¿dónde se habría medito su querida hija?

Hola . Vengo a pedir a este hermoso galán. 

¡No podía creerlo! Iba a llegar tarde (Una vez más) a la clase, pero no era mi culpa, ¿O sí? Los entrenamientos habían sido lo suficientemente intensos, sobre todo al dar unas cuantas vueltas hasta y cito por el entrenador: “Vomitar sangre” Pero solo por una pequeña bromita… Esos castigos eran lo suficientemente desgastadores como para al llegar a mi habitación, caer en esta y dormir todo un año, pero aunque quisiera que fuese de esa manera, la alarma interrumpió y de hecho, se repitió unas… Cinco veces, y al ver el reloj de la mesita de noche, ya había pasado media hora de la hora en la que tenía que entrar a mi clase.

Me paré lo más rápido que pude de aquella cama, causando que me cayese de la litera de la parte de arriba y dándome un gran golpe en la cabeza.-Auch…-Pero no había tiempo de lamentos y de quedarse allí, parándome y alistándome lo más rápido que podía, corriendo hacia mi clase por los pasillos que, ese día, eran malditamente extensos.
Doblando en una esquina, observé un grupo de chicas que, claramente eran de otra sección pero ninguna la había visto antes, así que, apoyé uno de mis brazos en la pared, observé a cada  una a los ojos y con una gran sonrisa en los labios, les guiñé un ojo a la que estaba en medio, para que entendiesen todas que ese guiño iba hacia todas. Escuchando unas risitas entre todas y algunos comentarios por lo bajo tras haberse tapado todas con un cuaderno para que no se le viesen los labios.-Hola… ¿Cómo están?.-Aquella sonrisa seguía en mis labios y me acerqué un poco, aun con aquel brazo en la pared, ahora encima de uno de los casilleros.

Una de ellas se acercó un poco y se acomodó el mechón de cabello, mientras las otras seguían con algunas risas en toda esa pequeña conversación. Pero, justo cuando la que se había tomado el atrevimiento de hablar, observé al profesor parado afuera del salón, con su peor expresión y con los brazos cruzados, ahí fue cuando el color en mi rostro se perdió y miré a la chica.-T-tengo que irme… Voy tarde a clases, pero si quieres nos vemos en… ¿El patio? Yo te busco.-Le dije de la manera más rápida que pude y empecé a correr hacia el salón, ¡Lo había olvidado de nuevo!

Frené quién sabe cómo y casi me estampo contra el profesor, viéndolo de una manera suplicante para que me dejase entrar y que, no me mandase con la directora que, claramente le tenía mucho más que miedo. Pero suspiró con cierta paciencia y me dejó entrar.-Gracias… Gracias…-Dije despacio y luego entré en silencio y me senté en mi puesto, suspirando de alivio al haberlo logrado, me giré para tomar mi mochila y, oh, sorpresa, no la había traído y la había dejado en mi mesa sin traerla por el apuro de salir lo antes posible. Me odiaba en ese momento, así que, busqué con la mirada a Carlos y empecé a llamarlo.-¡Ey!.-Dije casi en un susurro, volteando hacia la puerta para ver que, aun el profesor seguía allí.-Dame una hoja y un lápiz…-Él se rió y dijo que le debería una y yo simplemente asentí un millón de veces, tomando lo que le había pedido para colocarlo encima de la mesa y así empezar a escribir todo lo que había en el pizarrón.

¡Hola, me gustaría pedir a Celia!

Mi prueba de rol!

Las cortinas se abrieron, la oscuridad reinaba fuera pero cuando aquella chica entro en mi tienda las luces de las velas y la música de jazz se escuchaba de fondo en mi mente. Pero estaba realmente en una de las mesas del comedor. Me gustaba jugar a las cartas en esos ratos libres. El insti era aburrido, ¿porque estudiar pudiendo sacar dinero a pardillos y disfrutar la vida?.  Dejo que esa chica se adentre y se siente delante de mi mesa, no hace falta ser un adivino para saber que es lo que quiere saber. Mi especialidad, Le leeré el futuro. Y quien sabe si tal vez pueda presenciar un poco de magia vudu. Tengo trucos que enseñar. Yo tengo influencia en el más allá, de mi padre herede la magia, esta fluye por mis venas. Pero no puedo hacer magia en esta mierda de sitio aunque no hace falta para timar a los universitarios pardillos.

 Una pardilla a la que desplumar y sacar toda la pasta posible. Chica blanca rubia, vestida de color de rosa, con corazoncitos en su ropa ¿es complicado saber que quiere??, no.

Barajo mis cartas bajo su mirada, ella no dice nada, ni una palabra. Pero yo le muestro las cartas que he barajado dejándole elegir una, pero antes le señalo con mi mirada la tarifa. Esta deja unas monedas sobre la mesa, y entonces le dejo tomar una de las cartas.

-Se trata del amor y la fama, sin duda conseguirás ambas cosas. El futuro es muy caprichoso pero lo lograras sin dudarlo- hermosas palabrasque gente así quiere escuchar...El amor y la fama, era lo que mucha gente quería en este mundo, pero yo adoraba su dinero ante todo.  Al parecer la chica se quedo muy satisfecha, pero parecía que aún tenía más preguntas. Eso significaba más dinero para mí. Amplié mi sonrisa cuando me lo confirmo.

-No hace falta que me lo preguntes, ¿verdad que ibas a preguntar si vivirás feliz?, la respuesta es sí. Como bien te he dicho el amor llamara a tu puerta, sera un chico muy rico y popularidad. Esa popularidad te ayudara en tu fama.- le hice un gesto con la mano, ella dejo unas monedas de nuevo, se levanto y se marcho.

Yo tome de nuevo las cartas sobre mi mano barajandolas, esperando que otros pardillos entrasen. Y con ello tendría más dinero. Qué fácil era decirles lo que querían escuchar y encima me pagaban por ello.  Como decía mi padre, siempre pide tu parte en cualquier negocio.

No se si Rapunzel estará cogida o no. Pero si no lo está aquí va la prueba de rol.

-Esta es la historia de como Flynn Rid...- no pudo terminar la frase, ni siquiera iniciar el relato cuando fue interrumpido por un puchero. La rubia sonrió, eso significaba que era su turno. Ambos se miraron, Eugenne medio reprochando que siempre contaba ella las historias a quien ahora tenían tumbada en la cama dispuesta a dormir, pero no sin antes escuchar una de las muchas historias de Rapunzel. La rubia simplemente se encogió de hombros.

El reino de Corona disfrutaba de uno de sus tantas festividades del año, su princesa había vuelto a casa y por ende, era motivo de celebración, lo que nadie podía imaginar, era que dicha paz fuera inesperadamente alterada por la aparición de unos cristales negros que brotaban del suelo. Una serie de aventuras les llevó a recorrer varios reinos en busca de la verdad de aquellos cristales. En sus hazañas encontraron un pergamino, rajado en tres partes, que contenían tres encantamientos de la gota de sol y la gota de luna.

Cassandra había sucumbido al poder de la oscuridad y quería hacerse también con el poder de aquellos encantamientos. Haciéndose con el control de los cristales oscuros, atacó a la princesa y Eugenne y a todos aquellos que les acompañaban, sin importar que pusieran la vida en peligro. Tan solo quería el dominio completo, como hija de Gothel que era. Levantó una torre negra con su poder, en la que Rapunzel había conseguido entrar. Una batalla entre las dos amigas estaba por librarse pero Eugenne seria la moneda de cambio.
- No pelearé contigo Cassandra - se pronuncio la rubia, que acabó atorada en la pared, anclada con un par de cristales oscuros, obra de su mejor amiga Cassandra.

Para provocar la ira de la rubia, rodeó a Eugenne con cristales negros, hasta atraparlo - no pelearás conmigo, pero... pelearás por él- con tal de pelear por el poder de los encantamientos, Cassandra atenta contra la vida de Eugenne...
-Poder del sol, tu luz concédeme. Brilla en la oscuridad... ¡y mi débil vista restaura ya! Surge al amanecer, abrasadora estrella de luz!- su pelo empezó a brillar con fuerza y finalmente se librero de las ataduras que la retenían - Quema el conflicto, que se encienda mi esperanza..... - con el poder del sol, el poder de la oscuridad se desvanecía..

Eugene le hizo una seña, la pequeña había caído ya en el sueño profundo de la noche. - Buenas noches, linda flor. -Dejó de relatar sus aventuras para darle un beso cariñoso de buenas noches en la frente, arroparla, y así abandonar la habitación de la forma mas silenciosa para no interrumpir su sueño